TEXTO ÍNTEGRO DEL TESTIMONIO DEL RVDMO. P. ABADPublicado en la revista ALPHA Y OMEGA (periódico ABC) El 27 de julio, 2007 Rvmo P. Abad Dom Anselmo Álvarez Navarrete¿Qué recuerdos tiene de la guerra, del enfrentamiento entre españoles?
Abundantes y dolorosos. Viví los acontecimientos en el corazón de Madrid hasta finales del 37, cuando mi familia –lo que quedaba de ella- fue evacuada a la fuerza. Desde principios del 36 fui testigo, con tres años, de la tensión en las calles, de actos vandálicos y atentados. Percibía claramente la zozobra que se vivía, aunque no alcanzara a interpretarla. Durante los meses de guerra vividos en la capital compartí a mi manera el pánico de la vecindad y de las familias amigas ante los efectos de la guerra, y sobre todo de las detenciones y muertes que se producían constantemente. Conservo recuerdos nítidos de muchos de aquellos hechos. ¿Cómo se vivió en su familia, en su ambiente social? ¿Fue doloroso?
Viví la situación familiar de forma especialmente traumática debido, por una parte, a la escisión en las adhesiones políticas y en las actitudes religiosas, fuertemente polarizadas en direcciones contrarias. Algunos familiares muy próximos militaban o simpatizaban con grupos de la izquierda radical. Hubo entre ellos un comisario político, activista enardecido, participante en el asalto al Alcázar de Toledo y en otras numerosas acciones. LED Table Lamps Huido a Francia y detenido por los alemanes, terminó en el campo de concentración de Mathaussen, donde murió en circunstancias similares a las de tantos otros españoles. Dejó esposa y tres huérfanos, a dos de los cuales he tenido la suerte de localizar hace sólo algunas semanas. Conservo su foto con el flamante uniforme de su grado. Otro más combatió voluntario en las filas republicanas y murió en combate; esta vez fueron cuatro los huérfanos.
Por otra parte, conocí dos muertes en mi familia directa: la de mi padre, asesinado el 18 de agosto del 36 por sus convicciones católicas; la de mi hermana mayor, de 13 años, muerta en la tarde del 24 de diciembre del mismo año, a consecuencia de un bombardeo de la aviación nacional. Algún tiempo después mi madre fue encarcelada durante unas semanas. En dos ocasiones yo salvé la vida milagrosamente. ¿Recuerda algún hecho significativo que le impactara especialmente?
Lograron ocultarme por entonces las dos detenciones y el final de mi padre. Pero aquella noche de Navidad no pude sustraerme al tremendo dolor que nos envolvía cuando mi madre regresó de identificar los restos de mi hermana; muchas veces me he preguntado quién pudo ordenar aquel bombardeo en aquella tarde. Hoy, en la Basílica del Valle, soy custodio, entre otros miles, de estos tres caídos: mi padre, mi hermana y uno de mis tíos, separados por las ideas, unidos en el abrazo del Padre común. ¿Cree que se está repitiendo hoy el clima que precedió a esos días?
Entiendo que algunas situaciones pueden contribuir a apoyar esa impresión. En primer lugar,LED Table Lamps en el diseño del nuevo horizonte de la sociedad española parece perfilarse cada vez más una voluntad de exclusión hacia quienes, por no identificarse con él, se considera que carecen de legitimidad para formar parte del mismo. Exclusión que alcanzaría no sólo a sectores políticos, sino al conjunto de la sociedad que no participa de esas perspectivas. En ellas se contempla la sustitución de la imagen de España en la que se ha reconocido la mayoría de nuestro pueblo, pero que hoy es objeto, por determinados sectores, de una censura global y de un proyecto alternativo, entendido en línea de antítesis, de evolución y progreso.
Estamos ante lo que parece una actitud decidida de desterrar del futuro lo que no comparta esta nueva racionalidad, tendente a cambiar la memoria y el sentido histórico de España y a proceder a su reinvención. Una parte de la sociedad española vería así discutidos la razón y el derecho de aquellas ideas y valores que le son propios. Y ello en nombre de la verdad y libertad que han encontrado su expresión final en una nueva sabiduría, superadora de los conceptos de la vieja ortodoxia filosófica o religiosa.
Esta tendencia considera obvia la posesión permanente del poder democrático para sí misma. En ella se da espontáneamente la gestión natural de la verdad, de la justicia y del bienestar de la nación. Sólo en ella está la legitimación para ejercerlo, porque es ella la que conoce las claves del gobierno racional, la que posee conciencia plena de las necesidades y derechos del pueblo. Por consiguiente, sólo dentro de ella se posee siempre el derecho moral, cuando no también el democrático, de dirigir la sociedad. Ella es su vanguardia y su referente ético. En ella está la encarnación del poder del pueblo, la interpretación natural de sus intereses, la clase a la que corresponde liderar la historia nueva, porque tal es la voluntad de la mayoría.
Un mesianismo de esta naturaleza nos puede retrotraer al pasado, cuando parecía que sólo se dejaba sitio en España para una parte de ella,LED Table Lamps posibilitando así la formación de dos comunidades antagónicas. La vuelta a un estado de cosas semejante podría suscitar de nuevo reacciones imprevisibles, porque muchos no aceptarán resignarse al expolio de sus convicciones y a la capacidad de defenderlas.
Las utopías comportan un elemento a la vez dinámico y convulsivo, o pueden encerrar simplemente una realidad más prosaica: cuando sólo se cree en la historia sólo se cree y se espera en el poder. Por eso, su posesión o su pérdida se convierten en cuestión absolutamente vital, a la que se supeditan todos los objetivos políticos. Hoy parece que no hemos superado la Guerra Civil : nuevos libros, Ley de la Memoria histórica, artículos en la prensa…
Lo que está en juego no es sólo la guerra civil, sino el conjunto de factores históricos, morales e ideológicos que concurrieron en ella. Setenta años después no se renuncia a derrotar dialéctica y políticamente las ideas y los símbolos que entonces obtuvieron la victoria, los más esenciales de los cuales sobreviven en la conciencia profunda de muchos españoles. Tal vez por eso no se supera la memoria de la guerra: porque resurge con fuerza la hostilidad contra lo que entonces fue el patrimonio de valores humanos, espirituales y nacionales cuya defensa asumió la mitad de España. ¿Cómo se puede cerrar una herida que lleva abierta ya setenta años? ¿Hay otra salida distinta a la del perdón?
Ese perdón ha sido pronunciado muchas más veces por unos y por otros. Empezaron a testimoniarlo los mártires. Les ha seguido no pocas veces la Iglesia cuando ha tenido presentes sus propios errores o culpas y los de sus hijos. Esa Iglesia que ha contribuido, tanto al menos como cualquier otra institución de la nación, a poner los fundamentos de la nueva democracia y a estabilizar la sociedad. También los vencedores hicieron gestos significativos de reconciliación, como el de reunir bajo las mismas bóvedas y la misma oración a los caídos de ambos lados. Pero frente al perdón se pueden levantar los mismos muros que frente a la verdad y la historia; entonces no encuentra resonancia. Como la paz que el Evangelio invita a dar, vuelve al que la ofrece si no halla respuesta. La paz y el perdón llevan al desarme en quien los da y en quien los acoge; pero no se aceptan cuando no hay voluntad de apaciguamiento. ¿Cree que se utiliza la Historia no para aprender de los errores, sino como arma arrojadiza?
Se está utilizando no para su memoria sino para su olvido o su falsificación. Se recrea la historia para hacerla coincidir con la que se hubiera deseado que fuera. Se derriban sus muros como los de Jericó: al son de nuestras trompetas. Si es necesario, LED Table Lamps se utiliza para hacer la guerra ideológica. Aprendemos tan poco de ella porque cada uno nos empeñamos en seguir haciendo nuestra propia historia, a imagen de nosotros mismos; esto es lo único que importa. ¿Qué falló en la Transición para que no se cerrase este problema?
Las condiciones sociológicas estaban dadas. Pero, entre nosotros, el problema era, y es, de naturaleza moral: contra nuestras obstinaciones ni siquiera la Gracia es eficaz en ocasiones. Desde luego, no son las soluciones políticas las que curan las heridas del espíritu; una Constitución o un sistema políticos no sustituyen nunca al Evangelio y a la Paz de Cristo.